viernes, 20 de julio de 2007

A frustrated writer

De vuelta al mundo real, leo una noticia que me ha dejado boquiabierta.
David Lassman es un muchacho inglés que quiere ser escritor. Él dice que sus libros no son, quizá, obras maestras de la literatura, pero sí publicables. Según él, mejor que mucho de lo que hay hoy en día en los estantes de las librerías. Como aún no ha conseguido publicar nada, David se dedica a organizar festivales de literatura en su pueblo y, en concreto, una especie de feria dedicada a Jean Austen. Ahí fue dónde se le ocurrió la idea.

El señor Lassman decidió copiar algunos de los capítulos de “Orgullo y Prejuicio”, “Persuasión” y “La abadía Northanger”, tres de las novelas de la escritora romántica más famosa y popular de la pérfida Albión (entiéndase romántica como perteneciente al Romanticismo, no como sinónimo de Corín Tellado). Para ligar los capítulos, incluyó algo de su cosecha y llamó al refrito “Primeras impresiones”, el título original con el que se publicó “Orgullo y Prejuicio”. No contento con eso, decidió firmar como Alison Laydee (léase laidi), una pista que te cagas si sabes que Jean Austen firmaba como A. Lady al principio de su carrera.
(Nota: qué arte la de Jean Austen al firmar como A. Lady. Recordemos que antes de su época, las mujeres sólo podían publicar si firmaban con nombre de hombre, normalmente el de sus maridos, llevándose ellos todo el mérito del asunto)

Total, que David hace 18 copias del texto y lo envía a otras tantas editoriales. Al cabo de un tiempo prudencial, sólo 15 habían respondido mediante una carta. Catorce de ellas eran cartas estándar, con un amable comentario del tipo “su obra es interesante, pero en este momento no estamos interesados en publicarla”. El número quince, le escribió una carta personal recomendándole que no se dejara influir tanto por la obra de Austen ya que, incluso, había llegado a detectar ciertos pasajes idénticos por los que podía llegar a ser acusado de plagio. De los otros tres, nunca se supo nada más… seguro que no vieron la palabra templario en el título y no se molestaron ni en leerla.

Y no tengo nada más que añadir salvo que me voy a hacer ahora mismo del club de fans de David Lassman.

jueves, 5 de julio de 2007

Hay miradas que matan...

Como últimamente estaba muy pesadita con los temas metafísicos, aquí les dejo la última sensación del youtube.
Humor para todos los públicos. De hecho, la tontería más grande que he visto en mucho tiempo (y mira que ayer vi un rato del debate sobre el estado de la nación)
Ea, a reírse.

miércoles, 4 de julio de 2007

Una polémica al día, alegría.

Tengo la mala costumbre de leer diariamente las ediciones digitales de algunos de los principales periódicos españoles. Digo mala costumbre, porque el medio digital ha abierto las puertas a una nueva forma de (des)información: el comentario de los lectores. Baste decir que a mí me hierve la sangre todos los días.
Está claro que un debate constructivo en torno a una noticia siempre es de agradecer, pero un día acabaré teniendo desprendimiento de retina de tanto leer “la culpa es de Zapatero”, “todos los progres sois imbéciles” o “fachas, volved al Valle de los Caídos”. Sí, me estoy cansando. Porque, además, la gente no escatima en faltas de ortografía y en golpes bajos al lenguaje más elemental.
Lo más triste es que esas personas son las que leen la prensa, las que se interesan por la actualidad. Me entran sudores fríos sólo de imaginar lo que escribiría el resto…
Mientras, los periódicos, que viven de la publicidad, buscan que se derrame aún más sangre. Sólo dan la posibilidad de comentar aquellas noticias que saben que crearán polémica. Y así, comentario absurdo va, comentario absurdo viene, los tíos se hacen de oro gracias a los anunciantes de turno.
La polémica de la semana es este vídeo:



Sí, es un anuncio del programa Media para la promoción del cine europeo. El vídeo puede parecerte más o menos efectivo y cumplir o no su función como vehículo publicitario. Pero de ahí a decir lo que comenta la gente en www.elpais.com va un mundo.
Los comentarios más repetidos son:

- El anuncio es pornográfico. Según la RAE, pornográfico es aquello que es obsceno. Como la obscenidad es algo que no puede ser medido, sin duda el comentario acerca de si el vídeo es pornográfico o no, es del todo subjetivo. Yo sólo digo que, sí eso se considera pornografía, mal vamos. Recordemos que hay polacos que también creen que los Teletubbies son obscenos.

- No quiero que hagan anuncios así con mi dinero. Efectivamente, el programa Media se financia con el dinero de todos los contribuyentes europeos, pero mucho me temo que el mileurista español aporta poco al pastel. Recordemos que son las grandes empresas las que mantienen el chiringuito de pie. Alemania es el estado miembro que más tributa no porque sus habitantes sean los más ricos (los irlandeses, finlandeses, daneses y austriacos ganan más que los alemanes), sino porque concentra el mayor número de sociedades anónimas que tributan un mínimo del 35% de sus beneficios anuales. De aquí, de los fondos de cohesión de la Unión Europea, han salido las infraestructuras que disfrutamos ahora los españoles. No creo que estemos en disposición de reclamar ahora los cuatro duros que habrá costado el anuncio.

- No quiero que hagan esa mierda de cine con mi dinero. Claro, ni esa mierda de cine ni nada que tenga que ver con la cultura. ¿Para qué? Que se lo gasten en hacer reality shows, o en retrasmitir la Champions League o la Fórmula 1. Eso sí que es diversión sin fin de la güena

- Si hicieran películas como las americanas, no me importarían que se gastaran mi dinero en hacerlas. Y ahí ha sido cuando he reaccionado en plan dibujito japonés: me he caído para atrás con silla incluida, y me he quedado con las piernas por lo alto, los ojos en forma de crucecita y una pompa saliéndome de la sien derecha. Porque, además, la culpa es de Zapatero. Definitivamente, me tengo que quitar de esto…

lunes, 2 de julio de 2007

Con su camisita y su canesú.

Acabo de llegar de las rebajas. Masoquismo puro, vaya.
En mi búsqueda desesperada de un vestido apropiado para la boda del siglo, he entrado en todas las tiendas de La Maquinista, incluida una llamada Karnak, que me sonaba de cuando Rosa de España la anunciaba. Mi vista se posó en un blusita verde la mar de mona. No era para la boda, pero eran sólo 12 €. La relación calidad precio me pareció adecuada, y así, a ojo, cogí la talla S y me la llevé del tirón para el probador.
Disgusto número uno: me sobraba un tercio de la tela de la blusa. Triste y ojerosa, me dirijo a la dependienta y le pregunto: “Perdona, ¿la S es la talla más pequeña?”. La niña, que rozaba la obesidad mórbida, me mira con cara de asco y me dice: “Sí, ésta es una tienda de tallas grandes. La S equivale a una 46-48, aquí no hay ropa para ti”. Otra persona se hubiera molestado por el comentario, pero resulta que no es la primera vez que me dicen eso de “aquí no hay ropa para ti”. De hecho, estoy acostumbrada.
¿Por qué? Pues porque yo vivo en un drama permanente: el drama de la talla 44.
Seguro que las mujeres que me leen ya saben de lo que hablo. Como mis lectores son en su mayoría hombres, paso a relatar en qué consiste tan singular problema.
Resulta que las tiendas para personas de consistencia normal suelen tener ropa de tallas comprendidas entre la 38 y la 42. Y ya está.
Si la tienda es “de juventud”, que diría mi abuela, encuentras la 36 y la 34. En el Bershka tienen incluso la 32. Pero ni rastro de la 44…
Bueno, siempre te queda la opción de hacerte un saco de puñetas e irte al Modas Lolín más cercano. Pero, oh, sorpresa, en las tiendas de ropa “para señoras” las tallas comienzan en la 46. Una vez más, ¿dónde coño está la 44?
Mentiría si dijera que no existe la talla 44. Zara la tiene (siempre que no sea la submarca Trafaluc). Mango también. Incluso hacen la 46 en trajes de chaqueta y pantalones de vestir. Las XL (recordemos, XL=extra grande) de Zara y Mango son una 44 justita, que consigo meterme cuando el tejido da de sí y el corte es holgado. Con faldas y pantalones no suelo tener tantos problemas. Incluso tengo unos vaqueros que son una 42. Se conoce que España es un país de culos gordos.
También tienen la 44 las dos cadenas de las siglas: M&S y H&M. La primera es lo más cani que te puedes echar a la cara, pero para básicos está bien. La segunda, desde que dejan diseñar a las famosas, se ha convertido en la tienda de los horrores.
Resumiendo, que de las cuarenta y pico tiendas que he pisado hoy, he acabado comprándome el consabido vestidito de Zara. Ahora sólo me queda cruzar los dedos de los pies para que ninguna invitada a la boda viva, como yo, permanentemente abonada a la marca de Amancio Ortega.
¡Qué drama!