viernes, 18 de enero de 2008

El disputado voto del señor Gigio

Comienza la campaña electoral en el blog del quesito. Que si la conferencia episcopal, que si Pizarro, que si Gallardón,… todo el mundo está ya haciendo campaña, así que Topo Gigio no podía ser menos.

A mí me emocionan las elecciones. Soy rara hasta para eso.
Ni siquiera se me pasa por la cabeza no ir a votar el próximo 9 de marzo y cada vez me cuesta más entender a la gente que me dice que “votar es un rollo” o “total, para qué”.
Votar no es ningún rollo. Lo que es un rollo es no pode elegir quién quieres que gobierne el país en el que vives. Que un señor se autoproclame jefe de estado durante 36 años y no deje que nadie le lleve la contraria, sí que es un rollo. Y de los gordos.
Luego están los que argumentan que no votan porque no hay diferencia entre unos y otros. En parte, debo admitir que la democracia no me parece un sistema perfecto (creo que muy poca gente defiende que lo sea) y muchos menos en España, un país con tan poca tradición democrática y donde la incompetencia de los cargos públicos sobrepasa muchas veces lo tolerable. Entiendo que haya gente disconforme con el sistema y con las personas que manejan ese sistema, pero la excusa de no votar no me parece válida.
El que no vota porque está asqueado de la clase política, figura en la misma estadística que el que no vota porque prefiere irse a la playa.
Para demostrar el descontento o, incluso, la insumisión política, es más efectivo el voto en blanco.
Es un concepto bonito ése del voto en blanco.
Si votas en blanco, estás diciendo que no te gusta nada de lo que se te ofrece, que los políticos deben plantearse urgentemente un cambio de dirección, que no vamos bien por donde vamos. Y el blanco suena a inocencia. Es el voto de la gente desencantada que todavía tiene esperanza en el futuro y es lo suficientemente inocente como para ir a votar. Es un grito que no se grita, un discurso contundente sin palabras.
Imaginad que hubiera una participación del 80% en las elecciones. Y que de ese 80%, más de la mitad fueran votos en blanco. ¿Quedaría algún político capaz de decir que los españoles estamos de acuerdo con sus programas? Ya sabemos que los políticos nunca pierden, pero con un voto en blanco apabullante, tendrían que estrujarse más las neuronas para interpretar positivamente los resultados.

Hasta aquí, el blog del quesito y su alegato a favor del voto en blanco.

Pero resulta que yo estoy en contra del voto en blanco, y ahora expondré el porqué (eh, eso se llama dialéctica y los griegos lo consideraban un arte :P).
El voto en blanco es un voto para la mayoría. Si resulta que la mayoría es la menos mala de las opciones según tu punto de vista político, pues no pasa nada. Pero, ¿qué pasa cuando la mayoría es para un partido con cuyas ideas no comulgas? Pues que contribuyes a su victoria si votas en blanco.
Pongamos ejemplos verídicos. Elecciones generales del año 2000. Servidora de ustedes decide que no le gusta ninguno de los candidatos y deposita un voto en blanco en la urna. Resultado: mayoría absoluta de Aznar y una legislatura horrible que incluye desgracias como la obligatoriedad de la religión católica en los colegios, el envío de tropas españolas a la invasión de Iraq y los inicios de los atentados contra intereses españoles por parte de grupos terroristas islámicos (mire ustez, sé que hay armas de destrucción masivas en Iraq… ¬¬u).
A mí todavía no se me ha pasado el disgusto, y dudo que se me pase alguna vez. Yo no voté por Aznar, pero si hubiera votado por cualquier otro, las estadísticas hubieran variado. Con unos cuantos votos en blanco más, quizá algún otro partido hubiera conseguido un escaño más, y aliándose con alguien, ese escaño hubiera impedido el reinado de Aznar durante esos infames cuatro años.
Si votas, y no votas a los partidos mayoritarios, puedes conseguir que no haya mayorías en el parlamento y que los pactos entre partidos obliguen a una gestión más consensuada y sin radicalismos.
O sea, que la opción es votar al pequeño. Dar voz a las minorías para que controlen a los gigantes cuando hace falta. Partidos como IU o la Chunta Aragonesista de Labordeta, incluso el BNG o CiU, tienen en sus filas gente que trabaja y está ahí en las duras y en las maduras.

Votemos al pez pequeño para que se coma al grande… o no. Las matemáticas son una ciencia exacta. Si sumas los votos de cualquiera de los dos grandes, te das cuenta de que los pequeños jamás podrán hacer nada.
Y ahora, una historia terrorífica:
Érase una vez, un ratoncito llamado Topo Gigio que detestaba profundamente a Mariano Rajoy y a su partido. En cambio le molaban mucho Llamazares y Joan Herrera. Aunque a Topo Gigio le gustara Llamazares, el pobre no tenía ninguna posibilidad de ser presidente del gobierno, eso lo sabía todo el mundo. Aún así, Topo Gigio, feliz como una perdiz, votó por él el 9 de marzo. Esa noche, Topo Gigio delante del televisor comprobó horrorizado que Rajoy había ganado las elecciones. Zapatero había quedado segundo, a sólo un voto de distancia de Rajoy… y así fue como nació el bipartidismo y el odioso concepto del “voto útil”, también conocido como “vote al menos malo de los dos”.

Blanco, pequeño o grande. Ustedes deciden.

viernes, 4 de enero de 2008

Feliz año nuevo, Amelius.

Este año, la navidad ha venido y se ha ido a una velocidad vertiginosa. No sé vosotros, pero yo no me he dado ni cuenta.
Ya estamos en 2008. Fíjate tú qué bien. Evidentemente, no he hecho propósitos de año nuevo. Para qué, si nunca los cumplo (como muestra un botón: las actualizaciones de este blog).

Más allá de las supuestas revelaciones vitales y cambios trascendentales que, según nuestra lobotomizada sociedad, debe traerte el año nuevo, yo me he subido al tren del 2008 con un descubrimiento bajo el brazo: Wilkie Collins. Sé que suena a película de Meg Ryan, pero las pequeñas coincidencias existen, y dejarse llevar por los impulsos puede proporcionarte placeres inesperados.
Eso me pasó a mí ayer, cuando me regalé “Hojas caídas” de Wilkie Collins. Simplemente maravillosa. Llevo doscientas páginas y las aventuras de Amelius Goldenheart me tienen encandilada. Aunque “Hojas caídas” fuera escrita en 1897, el estilo narrativo, además de brillante, es sorprendentemente actual. Hay capítulos epistolares, otros narrados en primera persona (por diferentes personajes), otros en tercera persona, saltos atrás en el tiempo… Eso, sin mencionar su marcado carácter progresista (todo una novedad en la Inglaterra victoriana) y la defensa de la mujer: el protagonista tiene 21 años y una de sus enamoradas 38. Cuando se le recrimina la diferencia de edad, él responde que cuando un hombre maduro se enamora de una niña todo el mundo lo encuentra normal. ¿Qué tiene de malo el caso contrario? ¿Acaso las mujeres no tienen el mismo derecho a sentirse atraídas sexualmente por alguien más joven y atractivo? Aunque ésa no es, ni mucho menos, la trama principal de la novela, todas las páginas están llenas de pinceladas de optimismo. Gracias a la inocencia y sentido común de Amelius Goldenheart, Collins ataca la sociedad de su época (igual a la nuestra en muchos aspectos) a base de pequeñas sentencias irrefutables que demuestran cuánto puede llegar a complicarse la vida el ser humano. Amelius vive en un mundo sin dinero, sin clases sociales, sin más leyes que las que dicta la lógica, sin matrimonios incluso. Y es feliz. Muy feliz.

Ahora debería acabar con un “deseo que el 2008 sea como el mundo de Amelius Goldenheart”. Como eso es del todo imposible, lo que deseo de corazón es que hagáis al menos un “pequeño descubrimiento cultural” durante el año. Seguro que hay muchos Wilkie Collins esperando en las estanterías.