lunes, 28 de mayo de 2007

Parker Lewis nunca pierde

Ahora, sustituyan el nombre propio del título por el sintagma nominal “los políticos españoles” y la frase no pierde su significado.
Tenemos algunos políticos corruptos y otros más tontos que tirar una mierda por lo alto y pararla con la boca. También los hay que hacen lo que pueden, aunque la mayoría de las veces el esfuerzo sea insuficiente.
Pero hay algo que todos tienen en común: la incapacidad para la autocrítica. Todos ganan, ninguno pierde. En fin, el día que oiga un político diciendo “he perdido las elecciones”, me creeré que la política española sirve para algo.

Y para aligerar lastre, os dejo con un anuncio guay del paraguay… y hasta aquí puedo leer (es un poco manipulador, pero jo emociona y todo)

miércoles, 23 de mayo de 2007

Quesito El Caserio y algún Petit Suisse

Hoy tenía pensado escribir sobre lo hijoputa que es Aznar. Pero paso de ponerme de mala leche y de molestarme por ese imbécil redomado. Qué le den.
O sea, que he decido cambiar radicalmente de tema y centrarme es algo mucho más agradable: mitos sexuales absurdos e imposibles de mi infancia.
Todo ha venido por tres cosas. Primero, por los comentarios de la última entrada del blog de Mr. D. Eso me ha hecho recordar la (ya) mítica frase de “Julieta era de mentira… y además era una perra”. La guinda ha sido que anoche me puse el DVD de Pride & Prejudice (la última versión, la de la Kiera), y hay que ver el buen gusto que tenían estas inglesas del siglo XIX para los hombres (Mr. Darcy de P&P y Hareton Earshaw de Whuthering Hights – un gran abucheo para el odioso de Heathcliff – son mis grandes mitos sexuales literarios imposibles. Pero eso lo dejaremos para otro día)

En fin, abróchense los cinturones que empezamos.


Éste es el number one de la lista. De hecho, marcó un antes y un después. Yo tenía 12 años y viendo Explorers de Joe Dante confirmé lo que ya sospechaba: que me gustaban los niños. Hasta ese momento yo había sido como los ángeles, sin sexo definido, pero entonces apareció él. ¡Qué me gustaba Wolfang Müller! Qué listo era, qué bueno y qué familia más divertida tenía. Además construía naves espaciales y se acababa enamorando de una extraterrestre. Por si alguien no lo sabe, es River Phoenix, pero a mí no me molaba él en absoluto. El que me gustaba de verdad era Wolfang.



Y es que cuando eres pequeño, los que te gustan son los personajes y no las personas (hay algunos adultos a los que también les pasa eso). Antes de que Wolfang Müller me convirtiera en un ser sexuado, yo solía ver sobre todo dibujos animados. Dibujitos que se dice en mi tierra. O periquitos que decía mi abuela. O macacos, que es otra palabra muy sevillana que se está perdiendo y que reivindico desde aquí.
Solidarizándome con el asunto Julieta, confieso mis dos debilidades macaquiles:





El primero es Stear (diminutivo de Alistear), primo de Anthony el primer novio de Candy, Candy. También era inventor (como mi Wolfang) y le encantaban los coches, los aviones y demás artefactos mecánicos. Como no vi la segunda parte del anime, nunca supe lo que pasó con Stear. Desgraciadamente, hoy me he enterado de que Stear se hace piloto y muere durante la I Guerra Mundial. Hala, otro muerto. Dos de dos (aunque claro, es más glamoroso morir por la patria que de una sobredosis)
El segundo es más conocido. Presto, el mago de Dragones & Mazmorras. Este no me gustaba tanto, pero debo admitir que despertaba en mí una especie de ternura que lo convirtió en la primera imagen que recorté de una revista para pegarla en un cuaderno del cole. Snif, qué tiempos aquellos.



Y acabo con Phill, el guay de Into the Labyrinth, la serie favorita de mi infancia. En realidad Into the Labyrinth me daba un miedo atroz, pero ahí estaba yo como un pepe todas las tardes para tragarme el capítulo (La serie es del 81, así que yo era una auténtica mocosa) Los protas son tres niños que entran en una cueva y quedan atrapados en una especie de mundo mágico del que sólo podrán salir si pasan unas pruebas, ayudan a unos magos y encuentran la puerta dimensional (¡Anda, pero si es el mismo argumento de D&D!). Los niños eran Helen y Terry, dos hermanos rubitos, y Phill, algo mayor que ellos. Creo recordar que Phill era mal estudiante y algo chulillo, y que a Helen le gustaba. Por eso él y Terry estaban todo el día de gresca. Y luego estaba los magos: Rothgo, Lazlo, la buja Belor… jo, qué miedo! Pues eso, que Phill era super valiente, super decidido y super listo, y molaba un montón (claro, yo tenía seis años, ahora que lo vuelvo a ver, vaya piltrafilla que era el pobre).

jueves, 17 de mayo de 2007

Quesitos raros, raros, raros.

Esta semana, a Topo Gigio le han pasado cosas muy surrealistas.
El martes estaba paseando tranquilamente por la calle, cuando una señora de unos 50 años lo abordó para decirle lo siguiente:

- Perdona, tens mòvil? És que se m’ha punxat una roda i no puc tornar a Centelles. El meu fill m’havia de venir a buscar, però fa tres quarts d’hora que m’espero i encara no ha arribat.

Topo Gigio, claro, haciendo gala de su educación, le dio el teléfono y escuchó como la señora llamaba al niño en cuestión:

- Vens o no?... Si vols, agafo el tren… Home, que fa tres quarts d’hora que m’espero… Però vens ja cap aquí o no?... Vale, vale…

La señora colgó el teléfono y se lo devolvió amablemente a Topo Gigio, insistiendo en pagarle la llamada, cosa a la que, evidentemente, nuestro querido animalito se negó en rotundo.
Pero la historia no acaba aquí. Unos tres cuartos de hora después, suena el teléfono de Topo Gigio y una voz desconocida le pregunta:

- Hi ha la meva mare?

Después de que Topo Gigio le explicara que su madre le había pedido prestado el teléfono y que la buena señora se había quedado sentada en la parada del autobús de la Rambla del Carme, el joven añadió:

- Doncs sóc aquí des de fa mitja hora i aquesta dona no hi és. On s’ha ficat la meva mare?

Aunque Topo Gigio se quedó preocupado por el paradero de la señora, decidió que ya había tenido suficiente surrealismo por un día y se despidió amablemente del muchacho con el deseo de que su progenitora apareciera en breve.
Lo que no sabía era que hoy le esperaba una situación todavía más delirante.
Nuestro amiguito estaba en el Carrefour, en concreto en el pasillo de las conservas, cuando un joven que empujaba un carrito lleno de comida poco saludable le preguntó:

- Perdona, ¿sabes dónde están las anchoas?

Topo Gigio le contestó amablemente que las anchoas estaban en la zona de refrigerados, y hacia allí se encaminó el muchacho más contento que unas pascuas.
Pero Topo Gigio se había quedado bastante asombrado al oír a su interlocutor, así que cuando se lo volvió a encontrar en la cola de la caja no pudo resistir la tentación y le hizo una pregunta:

- Perdona, ¿de dónde eres?

A lo que el joven contestó:

- De Sevilla, ¿y tú?

- De Sevilla también, claro.

Ante el asombro de la cajera, el joven añadió:

- ¿De qué parte? Yo vivía en la Avenida de Llanes.

Topo Gigio se quedó a cuadros y dijo:

- Venga ya, yo he vivido 24 años en Santa María de Ordás.

- Coño, yo vivo encima del Segafredo. ¿Tu bloque es el de la ferretería?

- No el del al lado. No me digas que ibas a La Salle.

- No, al Valdés Leal, pero anda que no he echao partidillos en La Salle. Hay que ver qué casualidad encontrarte justo hoy que estoy de bajón.

- ¿De bajón? ¿Por qué?

- Pues porque no he podido celebrar la victoria del Sevilla. Mis amigos me llamaron a las tantas desde Puerta Jerez y yo sin tomarme una cerveza ni poder hablar con nadie del tema. Con el lote de llorar que me pegué ayer.

Topo Gigio no podía creérselo. Después de contarse un par de cosas más, el topito y el muchacho se separaron en el parking no sin antes convencerse mutuamente de que el Sevilla ganaría la liga y la Copa del Rey y que, esta vez sí, saldrían los dos a la calle sin complejos, a celebrarlo.

Hay qué ver lo raro que es el mundo. Y lo pequeño.

sábado, 12 de mayo de 2007

Quesitos de (en) bola(s)

Como el último post me quedó bastante espeso (e inútil, porque dudo de que alguien entendiera algo), hoy Topo Gigio le dará al público carnaza.
Lo nunca visto, ¡mujeres desnudas en el blog del quesito!
Si le dan ustedes al play verán a las presentadoras de un canal llamado nakednews. Sí, efectivamente, se desnudan mientras hablan de la crisis Usa-Irán. Y tan panchas las tías.

Pa mí que el mundo ya no tiene remedio…

jueves, 10 de mayo de 2007

El extraño caso del doctor Chase y mister Cheese

Últimamente veo bastantes capítulos de House. Me gusta por dos razones. La primera porque ya he decidido que en mi próxima vida seré médico. Y la otra es porque la serie está pensada para que no te enganches a ella. Puedes ver un capítulo suelto y si no ves el siguiente no pasa nada, porque la trama principal de cada episodio es un caso médico que se resuelve en los 43 minutos que dura.
La parte que tiene de culebrón es mínima comparada con otras series. Hay muy pocos personajes, y los que hay no tienen demasiado tiempo para relacionarse entre sí (y mucho menos con personas de fuera del hospital). Así que House, pese a ser una serie que plantea unos casos médicos inverosímiles y una praxis que ha puesto en pie de guerra a toda la profesión, tiene unos personajes con unas vidas que se acercan bastante a la media. No se enamoran y desenamoran los unos de los otros cada dos días, no se odian a muerte, no les suceden infinitas desgracias, sus vidas no están llenas de coincidencias inexplicables… vaya, lo que nos pasa al 99% de las personas que habitamos este planeta.
Por si hay algún despistado en la sala, estos son los personajes de House:




Cuddy, la del jerseíto rosa en la foto, es pediatra y la directora del hospital. Es la que menos chicha tiene en la serie y no pienso hablar de ella. Después esta Wilson (el que está entre el negro y la tía que lleva los cacharros esos de resucitar gente en la mano). Es oncólogo y un santo varón capaz de aguantar las excentricidades de House, que es el prota. En la foto, el que no lleva bata y bebe café, porque es un médico que, en teoría, no puede ejercer debido a su adicción a los fármacos. Es un borde maleducado y sus salidas de tono constituyen la gracia de la serie. Al menos para la mayoría de la gente.
A mí (que no soy la mayoría) los que me molan son los ayudantes de House, los estudiantes en prácticas. Está Cameron (la de los resucita-gente en la mano), que es inmunóloga y sabe más que los ratones coloraos. Un hacha la tía. Y después tenemos a Foreman (el negro), que es neurólogo y es otro hacha. Cameron y Foreman son los alumnos aventajados de House. En casi todos los capítulos, House resuelve el caso gracias a la ayuda de uno de los dos.
Y aquí es cuando yo hago la reflexión anti-House… claro, el negro y la muchacha son los listos para compensar la falta de corrección política del propio House. Da igual que House le diga a Foreman “negro de mierda”, porque luego el negro es una enciclopedia andante. O que le diga a Cameron que enseñe las tetas de vez en cuando si quiere ascender, porque la tía es de premio Nobel. Los guionistas los saben y todos nos reímos, ji,ji,ja,ja.
Pero hay otro personaje más, el doctor Chase, el auténticamente incorrecto de la serie, el que se sale de todos los patrones previstos. Él es el que chirría de todo el conjunto ¿Por qué? Porque bajo su apariencia de pijín surfero californiano, Chase es una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre.
A ver si me explico.
Me fascina el personaje de Chase, porque es un hombre de ficción comportándose tal y como lo haría una mujer real.
Desengañémonos. No hay tías como Cameron. Ni en los hospitales ni en ninguna parte. Cuddy y Wilson saben que son peores médicos, así que no interfieren demasiado en las locuras de House y su grupo, que son los escogidos para la gloria. Cameron y Foreman se pelean entre ellos por tener razón, por publicar artículos, por echar más horas que nadie en el hospital… por destacar en definitiva. Aunque los tres tienen en principio la misma categoría, Chase ha ido asumiendo a lo largo de los capítulos un rol pasivo bastante incomprensible tratándose de un hombre, sobre todo porque Chase tampoco tiene ni un pelo de tonto.
House les da órdenes a todos, Cameron y Foreman no se dan órdenes entre sí, pero ambos se las dan a Chase, que las acata sin discutir, más que nada porque no le importa que le manden (calzonazos dirían algunos)
Además no tiene especialidad médica definida. Se supone que es especialista en UCI, pero es un poco aprendiz de todo y maestro de nada. También es el único que hace compañía a los enfermos (aunque Cameron también lo hacía antes, ahora va más de chica dura y no se implica tanto en lo casos)
Pero su rasgo más definitivo es que es el único que intenta tener una vida fuera del hospital, y antepone su vida privada a los posibles méritos médicos que su trabajo vaya a reportarle. Le gustaría tener hijos y es el único que intenta ligar.
De hecho, le tira los tejos a Cameron. Ella le ha dejado claro que sólo se acuesta con él para satisfacer una necesidad física, pero que no piensa enamorarse ni una pizquita. El pobre Chase se la mira con cara de no entender nada, pensando aquello tan típico de “hay que ver lo que os cuesta a los hombres reconocer vuestros sentimientos y hablar de ellos”.
Pues eso, que Chase es la única mujer de la serie aunque a lo mejor los guionistas no se hayan dado cuenta. Ya podrían contratarme a mí ^_^

lunes, 7 de mayo de 2007

¿Cuánto vale un queso?

El viernes durante la cena una amiga nos explicaba sus experiencias en la India. Nos habló de las diferencias entre clases sociales y del racismo y clasismo silencioso y aceptado que existía. Acabó diciendo: “no todas las vidas valen lo mismo”. Y tenía razón.
El mismo viernes por la mañana leí en El Periódico una noticia que me dejó helada. Unos periodistas habían visitado el lugar donde, unos días antes, las bombas estadounidenses habían matado 130 talibanes. La noticia (que aparecía en páginas interiores en vez de en portada) explicaba que entre los 130 cadáveres habían contado muchos niños y un número indeterminado de cuerpos que parecían mujeres. Después de hablar con la gente del pueblo, estos les confirmaron que el ataque no había sido contra posiciones talibanes, sino contra un pueblo habitado por campesinos y que acaba de estrenar una nueva escuela.
Una escuela, que por cierto, habían construido los militares italianos con dinero enviado por la agencia de cooperación italiana. Ciento cuarenta y siete mil euros había costado el edificio y su equipamiento. Ahora son cuatro paredes llenas de agujeros.
El ejército estadounidense ha vuelto a equivocarse pero no pasa nada. Más de la mitad de las víctimas son civiles y nadie se ha enterado de nada.
Recuerdo que el día que escuché la noticia de la muerte de los 130 supuestos talibanes, pensé que en el fondo era una injusticia. Es casi el mismo número de personas que murió en los atentados del 11-M, pero sus vidas valen mucho menos. Tan poco, que ni siquiera merece la pena aclarar si eran civiles o no.
No es que la cosa cambie mucho por saber si eran de los “buenos” o de los “malos”. El muerto, muerto está.
(El muerto al hoyo y el vivo… a Spiderman 3 o a lo que se tercie)

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=402443&idseccio_PK=1007

viernes, 4 de mayo de 2007

Una pelota redonda como un queso

Sí, sí, tú y yo lo sabíamos. Ya lo dijo el blog del quesito: hay que pagar los impuestos que tocan, cuando toca (sí, va por ti, Isabelita, reina mora)

Y en otro orden de cosas, no puedo más que alegrarme por la victoria del Sevilla y su clasificación para la final de la UEFA. Me explico. Lo mío con el fútbol es como una montaña rusa: ahora sube, ahora baja. De pequeña lo detestaba. Meterme en el coche un domingo por la tarde y escuchar Carrusel Deportivo era la peor tortura a la que podías someterme. De hecho, siguen dándome arcadas escuchar a Pepe Domingo Castaño.
Pero luego crecí, y mi padre nos hizo socios del Sevilla a todos (él y mi hermano el segundo ya lo eran). Así que durante años estuvimos los cinco yendo al gol sur del Sánchez Pizjuán. Fue entonces cuando empecé a entender un poquito cómo iba eso de los 22 tíos corriendo de un lado para otro detrás de un balón. También me aficioné a las pipas Kelia, me aprendí el himno y sí, entendí “lo del fuera de juego” (que tampoco es tan difícil, la verdad, una vez que te pones…)
Adoraba sobre todo los partidos del sábado, con la luz artificial del campo (cosa de astigmáticos) y los bocatas que preparaba mi madre. Ser del Sevilla era para nosotros algo natural. Como respirar más o menos (y nadie se le pasa por la cabeza dejar de respirar, ¿verdad?)
Luego crecí un poco más. Intelectualmente, se entiende, porque de altura me quedé igual que estaba. Este crecimiento personal (toma cursilada) me llevó a odiar sistemáticamente todo aquello relacionado con la (in)cultura de masas. Y el fútbol, mira tú por donde, era su mayor exponente. Pero yo seguía siendo del Sevilla, claro. Lo único que pasaba es que ya no me importaba tanto si perdía o si ganaba, y ya no me sabía la alineación. Entonces entré en la universidad y me metí en el equipo de fútbol sala, lleno de sevillistas, béticas y culés. Lo único que nos unía era nuestro equipo, al que conseguimos ascender a primera de la liga universitaria, y nuestra tirria al Real Madrid. Después de cada partido hacíamos el “tercer tiempo” que consistía básicamente en beber cerveza y hacer la quiniela. Nunca ganamos ni una peseta, pero los terceros tiempos son inolvidables.
(Aprovecho para mandar un saludo muy grande a Mari Luz y a Marisa, que siempre les tuve mucho aprecio y no sé nada de ellas desde hace siglos…)
Pues eso, que mis amigas de la facultad y yo quedábamos para ver los partidos de fútbol. Todavía recuerdo la final de la Copa del Rey entre Barça y Betis en casa de Mireia, bebiendo Cruzcampo, comiendo coca de recapta (es que Mireia era muy suya) y celebrando los goles de Figo. Bueno, todas menos Mari Feli y Miriam, que eran y siguen siendo más béticas que Hugo, el perro de Don Manué.
Resumiendo, que por aquel entonces, el Barça se convirtió en mi segundo equipo. Me dejé de remilgos intelectualoides y dejé que la pasión futbolera me invadiera de nuevo.
Unos años después me vine a vivir a Barcelona, y hete aquí que empecé a aborrecer al equipo. El hecho de que hablaran de él día y noche y la prepotencia de los periodistas deportivos hizo que acabara cogiéndole manía a todo lo que tenía que ver con el Barça. Al principio renegaba de ese sentimiento. Cada vez que veía un partido del Barça y me pasaba por la cabeza un pensamiento del estilo “ojalá pierdan para que se callen esos imbéciles prepotentes” me autocensuraba y me obligaba a pensar en lo infelices que una derrota del Barça haría a muchas de las personas que me rodean. Por aquel entonces, el Sevilla no iba demasiado bien, así que entre una cosa y otra, volví a la fase “negación del fútbol”.
Eso fue hasta el año pasado. Entonces, al Sevilla se le ocurrió empezar a ganarlo todo. El centenario del Sevilla y su temporada más gloriosa coincidió con la enfermedad de mi abuelo, que era el sevillista más ferviente que he conocido nunca. Vio la final de UEFA en el hospital, y murió 20 días después sin saber que su equipo ganaría la Supercopa de Europa y que, a menos de un mes para que acabe la temporada siguiente, estaría optando a tres títulos. Y clasificado como el mejor equipo de Europa según la UEFA. Ahí es nada.
Confieso que lloré el día de la final. Cuando el Sevilla marcó el primer gol no acaba de creérmelo. Pero cuando Maresca marcó el segundo… entonces volvieron las pipas Kelia, los bocatas del sábado, los cánticos absurdos desafinados, las bufandas blanquirojas que picaban tanto en pleno mes de junio, y sobre todo mi abuelo, enseñándonos desde pequeños que el único equipo del mundo era el Sevilla F.C.
Desde entonces, quiero que el Sevilla lo gane todo. Y me preocupa, porque es una sensación absolutamente irracional que no puedo controlar. Creo incluso, que si yo saltara al campo sería capaz de jugar medio bien de las ganas que le pondría (y ya es decir).
Y sé que el negocio del fútbol es asqueroso. Que el presidente del Sevilla es un facha mafioso, que pone la bandera de España en todas partes y que seguramente acabará en la cárcel con Julián Muñoz. Me da igual.
Aunque mi parte racional se resista a reconocerlo, tengo el virus fútbol latente, escondido en algún rincón. Soy así de mundana, qué le vamos a hacer.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Las tribulaciones tributarias de Topo Gigio

Había una vez un Topo Gigio que se ganaba el quesito con el sudor de su frente. Trabajaba muy duro para poder tener quesitos en su mesa todos los días y para ahorrar un poquito de queso para tiempo peores. En realidad, él no pensaba que fuera a necesitar nunca esos quesitos que tenía guardados, pero Topo Gigio vivía en una comunidad que le había enseñado desde pequeño que los quesitos hay que ganarlos y después guardarlos.
En esta comunidad, además, existía una cosa llamada impuestos que cada mes de mayo volvía loco al pobre Topo Gigio. En realidad no le molestaba darle parte de su quesito al gran Topo (aunque en reuniones siempre decía lo contrario para quedar bien y seguir la corriente general). Al pequeño Gigio también le habían enseñado que tributar era bueno, y que gracias a su quesito otras personas podían comer, ir al colegio, ponerse inyecciones cuando estaban malitos y coger el autobús.
El problema era que no todos pensaban como Topo Gigio, y no todos tenían tan claro que el quesito se ha de repartir entre todos. Por supuesto, había muchos topos que sí querían repartir sus quesitos, sí, pero encontraban los cálculos tan engorrosos que, al ver lo bien que se manejaba Gigio con los números, le endosaron a él el trabajo de presentar las declaraciones queseras. Así, el pobre Topo Gigio pasaba horas y horas calculando su IQTF (impuesto sobre el quesito de los topos físicos) y el de todos los demás. Lo peor de todo no eran los números en sí, sino explicarles a los otros topos de dónde salían todas aquellas cifras y por qué cada topo tributa de una manera diferente según el quesito que haya ganado ese año y cómo lo haya hecho.
Al final al pequeño Topo Gigio no le salió mal la jugada. El Gran Topo le devolvió 94,37 gramos de quesito, que invirtió en la fábrica de ganchitos de queso más cercana al agujerito donde vive.
Un día Topo Gigio me dijo que el día que hacía la declaración del IQTF era, junto con la noche del Festival de Topovisión, los momentos más esperados del año. Aunque es el topo más lindo que conozco, nunca entenderé sus extravagancias.