jueves, 30 de agosto de 2007

Puerta al tercer anillo

Debo de ser una de las peores actualizadoras de blogs del mundo…

El caso es que tenía pensado escribir el martes sobre un tema al que, precisamente, hace referencia mi amigo Luis en un comentario que me dejo ese mismo día: el remake de “Ultimátum a la Tierra” protagonizado por Keanu Reeves.
Pero el martes no me encontraba en condiciones de escribir. Quizá, las lágrimas que derramé ayer y antes de ayer por una persona que no conocía, a muchos les parezcan una tontería (incluso a mí me lo parecen si lo pienso fríamente), pero los seres humanos somos así.

Más allá del hecho de la muerte en sí, la controversia estos días ha sido el exceso y la demagogia que ha rodeado todo. Por un lado, los medios de comunicación, intentando hacer el agosto (nunca mejor dicho) a costa del dolor ajeno, metiendo el dedo en la herida. Amarilleandolo todo, porque hasta la prensa más seria acaba tropezando siempre con la misma piedra. Por otro lado, la gente, posicionada en dos bandos claramente diferenciados. Estaban los que lloraban sin consuelo, los que se rasgaban las vestiduras y cantaban y aplaudían en un torpe intento de demostrar lo que sentían en ese momento.
No seré yo quien los critique. No me veo coreando lemas al paso de un cortejo fúnebre ni aplaudiendo desaforada, pero cada uno se expresa como le parece más conveniente. La pena es algo muy íntimo y cada uno sabe como la siente y como la expresa. ¿Exagerado? Quizá ¿Fuera de lugar? No, porque el que la lleva, la entiende, y como dice mi abuela, más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.
Aunque estos (los que lloraban, cantaban y aplaudían) eran mayoría aplastante, siempre hay voces discordantes que se alzan para recordarnos que sólo era un futbolista. Una persona, cuyo único mérito era darle patadas a un balón, que se ha muerto de una enfermedad congénita que no tiene cura, y que cada día mueren millones de personas por cosas más injustas y nadie se entera (o lo que es peor, nadie parece enterarse). La vida es así.
Y es verdad. Es injusto que haya miles de mensajes de condolencia para Antonio Puerta y ninguno para el obrero inmigrante que murió aplastado a la misma hora mientras reparaba un ascensor.
Yo estoy convencida de que si no hubiera sido Antonio Puerta la cosa hubiera sido distinta. El suceso ha tenido todos los elementos de una gran tragedia clásica. El héroe ha muerto, y no todos los futbolistas (y no todos los obreros, admitámoslo) son héroes. Puerta tenía 22 años, una edad a la que nadie se muere. Había nacido en Sevilla, en pleno centro de Nervión, junto al estadio. Jugó en todos los escalafones del Sevilla F.C., y una vez en el primer equipo, se encargó de marcar un gol épico, de esos que se recuerdan toda la vida. Fue en la prórroga contra el Schalke 04. Un golazo que metió al Sevilla en su primera final europea y que dedicó a su abuelo, fundador de una peña sevillista, que había muerto unos días antes. El mío, tan sevillista como el suyo, lo hizo justo un mes y medio después. Gracias a Puerta, él sí vio al Sevilla levantando la copa de la UEFA.
Cuando se ganó el título (y todos los que vendrían después), Puerta era el que más hablaba con la prensa, el que contaba chistes, el que se quedaba ronco de tanto cantar. Decían que era la alegría del vestuario.
Después, el seleccionador nacional lo convocó. Jugó un partido con la camiseta de España y tuvo alguna que otra oferta para jugar en algún equipo más grande que el Sevilla. Él no quiso irse, reforzando el mito aún más. No le interesaba ganar más dinero. Sólo jugar al fútbol en su equipo de toda la vida.
Lo que nadie sabía era que tenía una lesión congénita en el corazón que lo predisponía a sufrir una muerte súbita. Fue lo que le pasó el domingo, en el minuto 30 del partido contra el Getafe. El primer partido de liga. Partido televisado. Puerta, después de una galopada por la banda izquierda de su Sánchez Pizjuan, se desploma ante miles de aficionados y millones de telespectadores. Parada cardiorrespiratoria. Un desfibrilador le concede tres días en coma en la UCI. Cientos de personas le velan en la puerta del hospital. Tres días de agonía que nos han servido para conocer a su novia, algo mayor que él y embarazada de siete meses. El niño se llamará Aitor en honor a su excompañero Aitor Ocio y no conocerá a su padre.
Aitor Ocio era uno de los que, entre lágrimas, portaba el féretro ayer camino del cementerio.
Antonio Puerta era, les guste a algunos o no, un héroe del mundo del fútbol y como tal ha muerto y ha sido despedido.
Descansa en paz, niño.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Sabías que a la misma hora en la que Puerta sufrió ese desmayo fatídico, justo a la misma hora pero un años antes, estábamos tu y yo en Mónaco viendo como hacía esa Puertinha que sólo la manopla de V.Valdés evitó que fuera el mejor gol visto en el principado?
Paradojas de la vida. Mañana jugamos con doce frente al Milan.

Asokita dijo...

No me digas más, que me entra la llantera otra vez...

Luis dijo...

Bueno, doña... Lo que usted esperaba ansiosamente se ha cumplido... Levantada está la segunda parte del relato.

Besos y que andes bien