Esta semana, a Topo Gigio le han pasado cosas muy surrealistas.
El martes estaba paseando tranquilamente por la calle, cuando una señora de unos 50 años lo abordó para decirle lo siguiente:
- Perdona, tens mòvil? És que se m’ha punxat una roda i no puc tornar a Centelles. El meu fill m’havia de venir a buscar, però fa tres quarts d’hora que m’espero i encara no ha arribat.
Topo Gigio, claro, haciendo gala de su educación, le dio el teléfono y escuchó como la señora llamaba al niño en cuestión:
- Vens o no?... Si vols, agafo el tren… Home, que fa tres quarts d’hora que m’espero… Però vens ja cap aquí o no?... Vale, vale…
La señora colgó el teléfono y se lo devolvió amablemente a Topo Gigio, insistiendo en pagarle la llamada, cosa a la que, evidentemente, nuestro querido animalito se negó en rotundo.
Pero la historia no acaba aquí. Unos tres cuartos de hora después, suena el teléfono de Topo Gigio y una voz desconocida le pregunta:
- Hi ha la meva mare?
Después de que Topo Gigio le explicara que su madre le había pedido prestado el teléfono y que la buena señora se había quedado sentada en la parada del autobús de la Rambla del Carme, el joven añadió:
- Doncs sóc aquí des de fa mitja hora i aquesta dona no hi és. On s’ha ficat la meva mare?
Aunque Topo Gigio se quedó preocupado por el paradero de la señora, decidió que ya había tenido suficiente surrealismo por un día y se despidió amablemente del muchacho con el deseo de que su progenitora apareciera en breve.
Lo que no sabía era que hoy le esperaba una situación todavía más delirante.
Nuestro amiguito estaba en el Carrefour, en concreto en el pasillo de las conservas, cuando un joven que empujaba un carrito lleno de comida poco saludable le preguntó:
- Perdona, ¿sabes dónde están las anchoas?
Topo Gigio le contestó amablemente que las anchoas estaban en la zona de refrigerados, y hacia allí se encaminó el muchacho más contento que unas pascuas.
Pero Topo Gigio se había quedado bastante asombrado al oír a su interlocutor, así que cuando se lo volvió a encontrar en la cola de la caja no pudo resistir la tentación y le hizo una pregunta:
- Perdona, ¿de dónde eres?
A lo que el joven contestó:
- De Sevilla, ¿y tú?
- De Sevilla también, claro.
Ante el asombro de la cajera, el joven añadió:
- ¿De qué parte? Yo vivía en la Avenida de Llanes.
Topo Gigio se quedó a cuadros y dijo:
- Venga ya, yo he vivido 24 años en Santa María de Ordás.
- Coño, yo vivo encima del Segafredo. ¿Tu bloque es el de la ferretería?
- No el del al lado. No me digas que ibas a La Salle.
- No, al Valdés Leal, pero anda que no he echao partidillos en La Salle. Hay que ver qué casualidad encontrarte justo hoy que estoy de bajón.
- ¿De bajón? ¿Por qué?
- Pues porque no he podido celebrar la victoria del Sevilla. Mis amigos me llamaron a las tantas desde Puerta Jerez y yo sin tomarme una cerveza ni poder hablar con nadie del tema. Con el lote de llorar que me pegué ayer.
Topo Gigio no podía creérselo. Después de contarse un par de cosas más, el topito y el muchacho se separaron en el parking no sin antes convencerse mutuamente de que el Sevilla ganaría la liga y la Copa del Rey y que, esta vez sí, saldrían los dos a la calle sin complejos, a celebrarlo.
Hay qué ver lo raro que es el mundo. Y lo pequeño.